En abril de 2005, un macabro suceso conmocionó a la ciudad de Elche. Tengo
clavadas en el recuerdo las caras de mis compañeros de trabajo al leer detalles
de la noticia en el diario Información. Y es que la repulsa frente a la
violencia doméstica deja paso al horror cuando aparecen ataúdes blancos.
Este suceso –en forma novelada pero muy fiel a los hechos– es lo que
narra José Antonio Corrales, inspector de la policía local de la ciudad,
licenciado en Derecho y Criminología, y unos de los primeros que visitó la
escena del crimen. Relata (obviamente, con los nombres y algunas circunstancias
cambiadas) las peripecias del asesino desde la tarde anterior al suceso hasta
el momento de su detención, a la mañana siguiente, y su juicio, dos años
después. Corrales se basa en hechos reales, vividos en primera persona, para
construir una impactante novela negra que producirá en el lector, según el caso,
miedo, turbación, asco, escarnio, dolor, rechazo, ternura... Todo, menos
indiferencia.
¿Cómo un albañil que trabajaba en la obra con su compañero, sin otro proyecto
ese día que terminar ese día el curro y volver a descansar a casa con su mujer
y sus dos pequeños, pudo cometer esa misma noche tamaña atrocidad? En mi
opinión, esa es la pregunta que atraviesa todo el relato. Una cosa está clara:
Corrales sabe de lo que habla, conoce bien ese mundo, y nos aporta algunas de
las claves durante la extravagante odisea del protagonista.
Gran lector y aficionado a la novela negra (lleva en la radio un
programa sobre el tema), se ha convertido en pocos años en un solvente
escritor. En este blog, ya he comentado su libro de relatos Te cambio mi
vida (Frutos del Tiempo, 2019), y tiene otra novela preparada. Por Robar,
matar y destruir, ha recibido el premio “A Sangre Fría” convocado por la
editorial Ápeiron en su cuarta edición, y publicado en esta misma editorial.
La técnica es realista, pulida, exacta en sus conceptos y adjetivos, con
ritmo narrativo constante que no decae en ningún momento y basada a todas luces
en las técnicas del cine, al que también es un gran aficionado este
polifacético escritor. Es de admirar, por ejemplo, la habilidad con la que
compone las diversas tramas en discontinuidad cronológica, sin que se rompa la
trama. Particularmente, me ha gustado especialmente el relato del funeral en la
capilla del Tanatorio, donde las grandes consideraciones se salpican de
detalles que te hacen seguir en la emocionante y tensa ceremonia como un fiel
más. O el proceso judicial, en el que las palabras, actitudes y pensamientos de
los diversos participantes colocan al lector en primera línea.
Con todo lo dicho, me parece a mí que asistimos a la asunción de un potente
escritor de gran personalidad, que va a meter la cabeza –si no la tiene metida
ya– en el panorama de la novela negra española.
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