Excelente novela de Antón Chejov, muy influido esta vez por Dostoievski y Tolstoi. Un noble ruso, arquitecto, tiene un hijo que le sale, digamos, bastante tarambana. Lo cuenta todo el hijo en primera persona. No quiere estudiar, no aguanta en los trabajos en donde le enchufa su padre. Al final, se hace obrero, pintor de brocha gorda, con gran vergüenza y deshonor para su padre, que le retira el saludo y la herencia.
Al principio, el protagonista te parece un caradura. Pero luego le vas tomando cariño, ya que ves a un joven "moderno" que huye de los convencionalismos sociales, y hace, en definitiva, lo que le da la gana, sin atender a las críticas de la gente. Es más, argumenta que un obrero puede ser un tipo muy honrado, y critica grandemente la hipocresía de la clase burguesa y noble, a la que le falta clase, verdadera educación, altura moral, y le sobran deseos de ganar dinero muchas veces de forma ilegal.
También critica la brutalidad de los siervos, cercana a la de los animales, pero dice que ellos no tienen la culpa, ya que nadie en ese país ha invertido en educación para el pueblo.
Chejov trata a las personas con gran humanidad, y el alegato social, e incluso ecológico y animalista, es muy actual. El estilo es exacto y breve, no se enrolla con grandes descripciones ni le sobran adjetivos. En mi opinión, es uno de los padres de la literatura del siglo XX, aunque por el hecho de ser sobre todo cuentista, se le ha tenido en menos.
Pero aquí tenemos una novela para demostrar que es también un gran escritor de relatos largos, además -claro está- de un consumado dramaturgo.
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