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Nací en Palencia en 1960. Ejerzo la docencia en un Instituto de Elche como profesor de Historia del Arte e Historia Contemporánea. He escrito algunos libros y me gusta leer. Participo en diversas actividades literarias. No soy un crítico: lo que pongo aquí son algunas impresiones muy breves sobre lo que leo. No pretendo más. Gracias por visitarme.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

MEMORIA DE LO INFINITO, Juan Lozano Felices


   «He pensado dar nombre / a lo que tercamente nos salva». Así inicia Juan Lozano Felices uno de los poemas de Memoria de lo infinito, cuarto libro del autor y prueba fehaciente de su madurez como escritor. 
   He comenzado por este verso porque me parece una clarividente declaración de intenciones alrededor de la cual orbita todo su quehacer poético y existencial. El creador-poeta solo tiene un propósito: dar nombre a lo que realmente le importa. Y lo que le importa es salvarse, como a todos, de la marejada que supone el hecho de existir. En esta búsqueda, el poeta se convierte en equilibrista: «un poema –nos dice– es comprender que amar es mantenernos a salvo donde cubre». Amar es mantenerse a flote, de algún modo, pero no con las velas desplegadas sino con el modesto flotador que el día a día nos procura. No pide demasiado y reconoce que «los más, vivimos / amándonos en minúscula».  Y corrobora: «en realidad, hay pocas cosas / que necesites para seguir de pie». Por eso, elogia la figura del escapista, pero no tanto porque huya de la realidad, sino por que huye de la imaginación. 
   No quiere ser un poeta maldito –lo afirma categórico en uno de sus poemas–. Con llevar a sus hijos al parque y jugar al tres en raya le basta, nos dice. Es más, en esa vida de «horario de oficina» encuentra la belleza. Por eso, aconseja «hablar con poca luz», «escribir en tono bajo», «vivir a contraluz de cualquier idealismo». Todo ello nos revela, no la pasividad fría del escéptico, sino la búsqueda ilusionada de toda la belleza posible que encontremos al alcance de la mano. 
   Como muy bien comenta José Luis Zerón en el iluminador análisis que prologa el libro, Juan Lozano es un poeta singular. No se le puede encuadrar dentro de la poesía de la experiencia ni tampoco es un novísimo. Nos muestra una forma de decir clara y despojada, a veces, anecdótica y circunstancial, pero al mismo tiempo autoexigente. Cada verso tiene su propio peso y su propia intención. Por decirlo coloquialmente, no da puntada sin hilo. Utiliza las palabras necesarias para decir lo que tiene que decir, y no sobra nada. 
   A pesar de su corta producción, se puede afirmar que Juan Lozano es autor consagrado con una voz muy personal y un pensamiento original, enraizado a su vez en la lectura atenta y reflexiva de los clásicos. 


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